Antoine Sartre muere atropellado en la estación de metro de Denfert Rochereau en París. La policía francesa concluye de forma apresurado que ha sido un suicidio. Lejos están de imaginar que este hecho luctuoso está relacionado de forma directa con la colisión del Alejandría y el Mesana en aguas del estrecho de Gibraltar unos meses atrás.

Jacinto Reyes, perito especializado en accidentes marítimos, cincuentón, bebedor, recién divorciado y un tanto escéptico con lo que le pueda deparar la vida, es enviado para tasar los desperfectos producidos en el Mesana. Lo que parecía a priori una investigación rutinaria se complica de manera espectacular por la aparición de una red mafiosa que intentará ocultar un secreto que atesora uno de los barcos implicados. Sin embargo no va ser éste su mayor reto porque en ese viaje, en el que regresa a la ciudad en la que pasó su juventud, tendrá que enfrentarse a una mujer a la que conoce demasiado bien, Alicia.

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miércoles, 21 de abril de 2010

NUNCA VARIABA MI RUMBO

Nunca variaba mi rumbo. Todos los días, desde que salí de la cárcel, paseaba al anochecer por las mismas calles. No me gustan los cambios, los odio, en la rutina me encuentro protegido, sin embargo ese día alteré mi camino y fue ella la responsable. Se cruzó un instante antes de entrar en aquel parque oscuro y desierto. No sé precisar que es lo que me atrajo de esa forma tan irracional, sería el contoneo de su figura al andar con aquellos tacones tan altos, el movimiento de sus brazos, que imaginaba posados sobre mi pecho desnudo, o el balanceo de su melena corta, de color castaño. En realidad todas las mujeres que me gustan se parecen, altas y con buenas caderas. La contemplaba de espaldas hasta que mi corazón se desbocó y una pulsación rítmica golpeó mis sienes. Seguí sus pasos, no quería hacerlo, pero ya no había vuelta atrás. Cuando noto esa pulsación tengo la seguridad de que no hay vuelta atrás. Me mantuve a unos cinco metros de distancia mientras que una apreciable erección fue llenando mis pantalones. Me palpé la bragueta y a continuación deslicé mi mano hasta el bolsillo de la cazadora para sentir la forma alargada de la navaja. Solo la utilizo para cortar el pan, o al menos eso me gustaría, cortar pan y queso para comer de forma decente. Pero como digo, no había vuelta atrás, mi razón estaba de nuevo anulada y mis huevos eran los que pensaban por mí. ¡Que de disgustos me han dado mis huevos!, gustoso me los hubiera cortado, pero el señor juez se negó a mi castración química, lo solicité por escrito; él es el único y último responsable de mi conducta.
Las aletas de mi nariz se dilataron como las de un perro para poder aspirar más aire. Una mezcla de placer, emoción y miedo me empujaba a acercarme. De cuatro zancadas precisas y rápidas me situé a su vera y le agarré el hombro con delicadeza, con toda la delicadeza que la madre naturaleza me ha dado. Se dió la vuelta y entonces me vio la cara. La suya era hermosa, con un suave brillo de carmín en los labios, sorprendida en un principio y aterrada un segundo después. Con uno de mis brazos le lancé un zarpazo a su cintura como si fuera un animal enloquecido y le tape la boca para que no se oyeran sus gritos.

lunes, 12 de abril de 2010

Mis santos cojones

Bastantes días sin aparecer por aquí. Supongo que más de uno lo habrá agradecido. No tengo mucho que contar, mis deberes profesionales me absorben y no me dejan tiempo para otros menesteres. No ha habido contestación de ninguna otra agencia. No importa porque no tardarán en llegar los noes. Ahora bien, tengo que deciros que por diversos motivos cada vez me importa menos la opinión de ellos; sé que lo que he escrito está bien y no me van a convencer de lo contrario. Viene ésto a colación porque estoy leyendo una novela de un autor novel patrocinado por una agencia de creciente prestigio. No comprendo cómo después de pasar por sesudos correctores de estilo, al final se pueda publicar un texto tan pobre desde todos los puntos de vista. (Esa agencia además organiza cursos para enseñarnos a escribir, es la polla. )Llego a la conclusión de que lo único que importa es ser ligeramente comercial, escribir adaptándote a los gustos de los lectores. Si se lleva novela histórica pues demos novela histórica hasta empacharnos, si se lleva novela fantástica pues lo mismo, si hay que escribir para niños, escribamos para niños. Afortunadamente yo no vivo de la literatura y voy a escribir siempre lo que me salga de los cojones. Buenas noches.