Y me pregunto si lo que ocurre es que la vida se me va haciendo fastidiosa por repetida y que me van sobrando años, que poco a poco me voy acercando al grupo de población que por edad conviene vacunarla de la gripe estacional. Con la poca luz que entra por la ventana las arrugas se me acentúan y parezco un viejo prematuro sentado con mi batín de color azul al calor de la mesa camilla.
Caigo en la cuenta que el año pasado ya escribí una entrada en este mismo día, ¿Cuántos pares de zapatos habrá desgastado desde entonces este simple caminante? Cuántos calcetines no habré agujereado en el empeño de moverme sin saber ni porqué ni a dónde.
Había olvidado tomar las pastillas de la tensión, confío en que me mantengan vivo las años suficientes como para que me desbarate como una casa en ruinas vencida por muchos inviernos crudos, lluviosos y fríos como éste.
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